19 diciembre, 2006

ENJABONATE EN NAVIDAD


Ahora que estamos en Navidad, que mejor que regalar fragancias, pero no en perfumes, sino en jabones. Jabones cuyas esencias suscitan sensaciones casi indescriptibles. Sus aromas nos trasladan a paraísos artificiales repletos de color y fantasía.

Puedes encontrar de todas clases: frutales, con glicerina, afrodisiacos, cualquiera que elijas te transportará a un mundo del que no querrás salir.

El sábado, cuando entré en Enjabonarte, tienda situada en la calle de La Paz, la mezcla de olores me produjo infinitas sensaciones: alegría, frescura, juventud, tranquilidad, elegancia, sensualidad…


Toda una combinación de aromas que me hicieron trasladarme a distintas realidades. Al oler el jabón de fresa, cerré los ojos y aparecí en el mundo de Peter Pan. El mundo de nunca jamás fue mi primera parada, donde lo único que encontré fueron rosas, mariposas y dulces, muchos dulces. Cuando abrí los ojos para impregnarme de la esencia de las flores, descubrí un lugar único, un baño de pétalos de todos los colores donde reinaba la calma y la tranquilidad.

Al despertarme, mi olfato se dirigió al coco y a la vainilla, dos fragancias exóticas que te transportan a una isla desierta llena de palmeras y rodeada de agua, un agua cristalina y pura, donde puedes verte reflejado si te miras en ella.

Con la esencia de té verde, se presentó en mi imaginación la máxima expresión de la eterna juventud. Una habitación con estanterías enormes llenas de frasquitos repletos del elixir de la juventud, amontonados unos encima de otros y esperando a ser utilizados para prolongar la etapa más bonita de la vida.

Pude distinguir también el olor de la naranja, del limón y del pomelo, a través de los cuales aterricé en el paraíso de los cítricos. Un paraíso ácido y amargo al mismo tiempo, cuyo aire para respirar estaba impregnado de un aroma dulce, y cuyo ambiente estaba marcado por un ritmo frenético proporcionado por los jugos de ambas frutas.

Poco después, el olor a menta me desplazó a una selva amazónica rodeada de árboles frondosos, plantas ingentes y flores coloridas y todo ello ambientado con el cantar de los pájaros y el suave rugido de los animales.

Hubo un aroma, el de almendra, que consiguió recordarme en qué mundo estaba, me hizo percibir el otoño y cómo las hojas caían de los árboles fuera de la tienda, mientras la gente pasaba apresurada y con paso firme.

Finalmente, absorta por la cantidad de jabones que pude encontrar me decanté por el de chocolate, afrodisiaco que me llevó a playas desiertas con arenas blancas y aguas cristalinas iluminadas por un sol resplandeciente y bañadas en una clama y tranquilidad muy placentera.


En definitiva, los jabones son un buen regalo para estas Navidades, ya que, además de descubrirte mundos desconocidos, son tremendamente beneficiosos para la piel. Piel, que muchas veces descuidamos y no hidratamos, y deberíamos saber que es el envoltorio que nos protege, a través de ella nos comunicamos, es lo que los demás ven de nosotros, lo que tocan, lo que huelen, e incluso, lo que perciben a través de su sabor.

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